La carreta delante de los caballos

Nuestra Argentina es un país anómalo.
La política es la encargada de proveer certidumbre, transformar y mejorar la realidad, por lo que evidente que en ella radica nuestra anomalía.
La ejecuta y la sostiene con su continuo poner la carreta delante de los caballos: las personas por delante de las ideas, el mero decir por delante del concreto hacer, los intereses personales por delante del bien común, el gasto por delante del ingreso, la ineficiencia por delante de la eficiencia y más.
Una narrativa vacía que deja al desnudo la falta de idoneidad y de una estrategia para el crecimiento y el desarrollo federal de nuestro país.
La experiencia de nuestros dos últimos gobiernos, sumado las disputas constantes y crecientes de esta campaña, en la que los muchos candidatos contrastan con sus pocas ideas, confirma que las coaliciones que se arman para ganar elecciones no sirven para gobernar, y tampoco sirven como oposición para, en su intento de volver a ser gobierno, generar propuestas que entusiasmen a la Ciudadanía.
Son un monocorde y pegajoso cotilleo de ruidos estridentes, que los argentinos, hartos ya de estar hartos, debemos soportar.
En estas últimas semanas la barahúnda ha alcanzado decibeles intolerables a raíz de las “ampliaciones” en la coalición opositora. Si la carreta no estuviera delante de los caballos sería muy sencillo saber quien puede, quien no puede, cuándo y cómo incorporarse a una coalición, y ahorrarnos las discordias.
¿Cómo debiera conformarse una coalición?
Entre partidos que tengan las siguientes bases:
Una clara identidad.
Una misión, una visión y un propósito.
Principios definidos, reglas y un pacto cultural que los sostenga.
Un plan de gobierno macro micro de corto, mediano y largo plazo.
Un tablero de control para un plan de metas anuales que verifique los avances, retrocesos o estancamiento de ese plan de gobierno.
Equipos de trabajo permanentes y estables a cargo del armado del programa y de su seguimiento, de los que surjan los ministros de cada área y sus recambios. Nadie gobierna solo.
A partir de allí, los partidos que no tengan contradicciones insalvables pueden acordar principios de mínimo consenso, aunarse en una coalición y establecer sus reglas y un programa de gobierno común. Trazar un rumbo, tener un horizonte de futuro, una estrategia y tácticas para lograr los objetivos.
Solo a partir de esa solidez y coherencia conceptual se podrá dialogar y trabajar con otras fuerzas políticas en el Congreso, con las que a su vez, habrá que acordar los mismos o nuevos principios de mínimo consenso para establecer Politicas de Estado imprescindibles para alcanzar nuestro postergado desarrollo.
La única manera de sacar a Argentina de su decadencia es poner primero las ideas y el cómo implementarlas, y no primero “nos juntamos para ver si podemos ganar” y “luego vemos qué hacemos”.
Las condiciones mencionadas hoy no se dan en ninguno de los partidos de Argentina, ergo tampoco en la coaliciones.
Las coaliciones terminan siendo colisiones (*1) que crujen y no funcionan, cuyos integrantes se miran el ombligo y en las que se pierde un tiempo precioso mientras todos somos cada día más pobres, vivimos más inseguros y tenemos menos acceso a la salud y a la educación.
Las dos coaliciones están irreversiblemente quebradas por dentro, nunca tuvieron nada esencial que las aunara más que ganar la elección para la que se juntaron, por lo que pasado este nuevo período electoral será necesario que se reconfiguren. Hacia afuera o hacia adentro i.e. separándose o refundándose. Porque no hay hilo conductor alguno, no hay affectio societatis. No tienen ni sentido ni destino. Y en ese sinsentido y sindestino nos arrastrarán, una vez más, a todos los argentinos.
A la vez, los partidos políticos de Argentina deben trabajar a fondo en los puntos mencionados, recordando que una identidad nunca se construye a partir de combatir otra identidad i.e. a partir de la mera reactividad. Una identidad que nace solo como reactividad no tiene ninguna posibilidad de desplegarse y crecer, solo de achicarse hasta sucumbir.
Una identidad se construye y fortalece en su propia esencia, con una filosofía y un propósito, que crece independientemente de quien tenga enfrente.
Es la gran diferencia entre ser y parecer.
La prueba concreta es que frente al debilitamiento del oficialismo, la oposición también se debilita.
Este año los argentinos volveremos a votar al menos malo. Por más que los enormes egos de nuestros candidatos se inflamen y enerven, ninguno nos entusiasma.
No hace falta más que ver que en las últimas elecciones 2021 la oposición, en lugares definitorios como La Matanza, no pudo capitalizar la pérdida de votos del oficialismo, y que luego, ambos, siguieron perdiendo votantes que migraron a un tercer candidato (hoy compitiendo por un tercio y) con chances de ser muy competitivo en la elección, porque la abstención y el voto en blanco crece (la gente vota “nadie”, porque siente que “nadie” la representa) y porque no hay ninguna duda que ese nuevo candidato será votado por la mayoría de los jóvenes que ingresan al padrón electoral. Jóvenes a quienes se les ha quitado su futuro.
Un futuro desesperanzado porque la política argentina es una feria de vanidades en un país donde el 60% de nuestros niños viven por debajo del índice de pobreza, y en el que se declama a viva voz combatirla o que sea cero, pero en el que ningún partido, candidato o coalición presenta un Plan consistente macro micro federal que proponga como ordenamos nuestras cuentas, agrandamos la torta económica y dejamos, de una vez y por todas, de andar pedigueñando de manera vergonzosa por el mundo, administrando nuestra miseria y escasez.
2023 debe ser el comienzo del fin de nuestra decadencia. Y para ello los Ciudadanos debemos dar un giro copernicano en relación a nuestro rol. Ser protagonistas. Tener clara conciencia de que unidos, con una estrategia, tenemos poder (*2) y mucho para ofrecer.
Debemos informarnos y fijar la agenda acerca de las Políticas de Estado que necesitamos para crecer, y exigir que nuestros senadores y diputados sesionen para impulsar las leyes que las establezcan. Para ello, nuestra Constitución nos otorga y garantiza una herramienta que nos pertenece: la Ley 24.747 de Iniciativa Popular (*3)
En 2022 Diputados sesionó solo 14 veces y el Senado 12; lo que significa que los legisladores sesionaron, y ni siquiera, una vez y media por mes. Se aprobaron solo 37 leyes, muchas de ellas vacuas e innecesarias y otras malas y dañinas. (*4)
“Nos, los representantes del pueblo de la Nación Argentina”, reza nuestro Preámbulo.
Los políticos, desde el presidente hasta el último funcionario, deben tener en claro que ninguno está por encima de nuestra Constitución y que nos deben idoneidad y rendición de cuentas.
A su vez, los Ciudadanos debemos tener presente que somos votos. Esos votos por los que lo políticos enloquecen.
Plan País Argentina: Del sueño a los hechos.
De nosotros depende.
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(*1) https://www.planpaisargentina.org/oficialismo-y-oposicioncoaliciones-o-colisiones/
(*2) https://www.planpaisargentina.org/del-poder/