El orden global surgido al fin de la Guerra Fría parece estar en entredicho. A la pandemia del COVID 19 le siguió la invasión rusa a Ucrania para concluir en los trágicos acontecimientos del primer sábado de octubre, con el ataque terrorista que sufrió Israel por parte de Hamas
04 Nov, 2023 09:27 a.m. EST
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La sucesión de conflictos y disrupciones en la escena global parece llamada a recordarnos que si bien sólo han transcurrido poco más de tres décadas desde el fin de la Guerra Fría, el mundo en poco o nada se parece a aquel que imaginamos al concluir el orden bipolar en 1989/1991.
Entonces, la caída del Muro de Berlín había inaugurado una ola de optimismo.
Una promesa de libertad, democracia, respeto a los Derechos Humanos y economías abiertas parecía al alcance de la mano.
Al colapso de los regímenes socialistas de Europa Oriental había seguido la disolución del imperio soviético.
Cesando en su existencia como realidad geopolítica y como sujeto de derecho internacional, la otrora todopoderosa Unión Soviética había caído como un castillo de naipes.
Privado de su enemigo estratégico, Washington había emergido como un coloso. Nunca en la historia reciente una potencia había adquirido un poder semejante en relación con las otras. Al punto de erigirse -en los términos del canciller francés Hubert Vedrine- en una auténtica “híperpotencia”.
Pero cuando los beneficios de la “Pax Americana” parecían asegurados, la Historia golpeó a la puerta. Imponiendo sus designios, una vez más.
Porque mientras soñábamos con el paraíso del “fin de la Historia”, llegó el 11 de septiembre. Una atrocidad destinada a recordarnos que vivíamos en un mundo plagado de peligros, en el que nadie estaba enteramente a salvo.
Ni siquiera el país más poderoso de la Tierra. El que volvería a ser golpeado en la crisis financiera (2008), cuyo epicentro se generó en los mismos EEUU.
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Dos eventos llamados a marcar el preludio de nuestro presente. El que clausuraría definitivamente aquellas ilusiones para derivar en un presente caracterizado por la muy mala relación que las grandes potencias han venido desarrollando en el pasado reciente.
La que pudo tener -de acuerdo a Alberto Hutschenreuter- un punto de inflexión en el año 2014.
A partir del colapso de las relaciones ruso-americanas provocada por la anexión -o reincorporación de acuerdo a la narrativa rusa- de Crimea. Provocando el curso de descenso de la política internacional que acabaría por perfeccionarse con la pandemia universal (2020) y el “regreso” de la guerra interestatal que siguió a la “operación militar especial” lanzada por el Kremlin el 24 de febrero de 2022.
Pero lo cierto es que aquellos sucesos clausuraron la cooperación entre las grandes potencias. Las que parecieron hermanadas por el reto que implicaba el terrorismo transnacional a fines de los 90 y comienzos de los 2000.
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Para desembocar en este presente, en el que los EEUU enfrentan simultáneamente a China y Rusia. Con el menoscabo que ello supone para los intereses occidentales. A la vez de imponer limitaciones objetivas a toda posibilidad de abordar las grandes problemáticas que enfrentamos.