El juez que lleva el juicio por fraude contra el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, en Nueva York se pasó este miércoles lidiando con un dilema que el mundo político no supo resolver hace tiempo: cómo contener la furia, las rabietas y el impulso del exmandatario de saltarse todas las normas.
Y en un día extraordinario en el tribunal en el que se le ordenó subir al estrado para explicar su conducta, Trump puede haber obtenido una visión del futuro antes de cuatro juicios penales que añadirán un giro divisivo al año electoral.
El juez de Nueva York increpó al que fue el hombre más poderoso del mundo y le dijo que no era «creíble», una inversión de la dinámica de poder típica con Trump y un recordatorio de que nadie está por encima de la ley.
El estatus de Trump como acusado significa que no puede hacer y decir lo que quiera, una dinámica que no solo tendrá repercusión en el juicio actual, sino que parece el comienzo de un patrón, ya que el favorito para la candidatura del Partido Republicano en 2024 se enfrenta a juicios adicionales el próximo año.
Es posible que dos juicios políticos y una derrota electoral no hayan detenido a Trump, en parte porque es muy bueno a la hora de avivar la ira pública, crear realidades alternativas y difuminar la verdad, pero el entorno basado en hechos de la sala del tribunal sí podría hacerlo.
La furia ardiente de Trump
Trump ha dado la impresión de estar furioso durante gran parte de este juicio por fraude, en el que se podría prohibir a su imperio hacer negocios en Nueva York. El juez Arthur Engoron dictaminó incluso antes de que comenzara que Trump, su empresa y sus hijos adultos habían defraudado a bancos y aseguradoras inflando el valor de sus activos, algo que el expresidente ya apeló. Pero la frustración de Trump pareció desbordarse en extraños incidentes el miércoles.
En primer lugar, Trump pareció atacar de nuevo a la secretaria del juez, desafiando una orden de silencio. Comentó a los periodistas que Engoron era muy partidista y tenía una «persona muy partidista sentada a su lado». El juez convocó una audiencia para investigar el comentario y acabó multando al expresidente con US$ 10.000 por incumplir una estrecha orden de silencio que le prohibía dirigirse al personal del tribunal. Trump negó la acusación e insistió en que se había referido a su antiguo asesor, Michael Cohen, que también se sentó junto al juez durante su testimonio contra su otrora jefe.
No fue la primera multa a Trump por violar la orden de silencio. La semana pasada, fue golpeado con una multa de US$ 5.000 por no retirar una publicación en las redes sociales en la que atacaba a la secretaria de Engoron.
«No lo vuelvas a hacer o será peor», le dijo Engoron, en el tipo de reprimenda que Trump, que lleva décadas siendo la figura dominante en todas las salas, rara vez escucha.