
“En la lucha sólo es vencido quien desiste de luchar”.
Mário Soares
Oscar Wilde escribió “Ten cuidado con lo que deseas, se puede convertir en realidad”. Yo rogaba para que las bombas que el populismo kirchnerista ha cebado en la economía nacional explotaran en sus propias manos; en 2015 logró traspasarlas a Mauricio Macri quien se negó a contárselo a la sociedad para eludir dar malas noticias y, al convertir a Cristina Fernández en el sparring electoral –una especulación bastarda, dije entonces-, determinó su derrota cuatro años más tarde y el regreso al poder de la banda de saqueadores. Pues bien; ya todo ha saltado por el aire y los responsables corren con teas encendidas en el campo reseco en que han convertido al país. Con certeza, las peores imágenes de una nueva hiperinflación se harán realidad a corto plazo, con las naturales consecuencias que, en materia de pobreza y miseria tanto conocemos.
La oposición debe abstenerse de participar de la debacle, en especial porque el Gobierno ni siquiera puede ofrecer un interlocutor unívoco para participar de la mesa de negociaciones que, aparentemente, está proponiendo, so pena de resultar corresponsable del infinito desastre que el alucinado kirchnerismo ha producido. Si alguien debiera estar sentado en esa mesa soñada por los derrotados es, sin duda, la propia Cristina Fernández, único factor de poder real en la devaluada tríada que encabeza el disparatado dispositivo político ideado por ella sólo para ganar en 2019.
Este ciclo, claramente terminado, del kirchnerismo tiene un correlato aún más grave en el ánimo de la emperatriz hotelera. No es para menos, ya que sólo la amenaza de divulgar algunos complicados secretos privados de Alberto Fernández ha impedido a éste huir de la residencia presidencial como rata por tirante y dejar la papa hirviendo en sus manicuradas manos; pero nada garantiza que la frágil salud de la marioneta presidencial no lo lleve a un retiro anticipado. Si así fuera, por su riesgosa situación penal ella se vería obligada a asumir formalmente la conducción de este tan escorado Titanic para evitar ser detenida de inmediato, ya que hasta las próximas elecciones carecería de fueros; aún si llegara a ser elegida como legisladora, la persiguirá la historia de Julio de Vido, a quien la Cámara de Diputados retiró ese manto protector y voló, sin escalas, a la cárcel.
El estado anímico la ha convertido en una demente enfurecida, capaz de todo, incluyendo dinamitar el país, para sortear tan trágica coyuntura; esa locura es la que está detrás de los incendiarios misiles que disparan ella, el MemePresidente y sus más salvajes lenguaraces contra la Corte Suprema y, por ende, contra las instituciones de la República y su Constitución. Lo peor para nuestro futuro es que también sabe que ninguna de sus absurdas iniciativas –el juicio político a los ministros del Tribunal o la ampliación de éste a veinticinco miembros, uno por provincia- superará el obstáculo de un Congreso en el cual ha perdido tanto poder; así, para intentar conseguir sus objetivos de impunidad y absolución por la historia, deberá recurrir a otros caminos, todos ellos non sanctos, y sabemos que carece de límites.