Se comenta y se sabe en los sucios pasillos de la dictadura cubana y en los corrillos de la Inteligencia Internacional, que los días de Diaz-Canel en el poder están ya contados.
Por ordenes directas de Raúl Castro, para ganar tiempo y para engañar , tanto al pueblo cubano como a la Comunidad Internacional, se tiene ya decidida y planificada la destitución del tristemente célebre Presidente -titere- de Cuba Comunista.
A Diaz-Canel se le acusará de ser el culpable de la represión policíaca empleada contra la ciudadanía, así como de ser el responsable por su incapacidad rectora, de la falta de alimentos, medicinas, combustible y servicios básicos a la población.
Sólo se espera la selección del mejor momento político para dar la noticia, a la cual se le pondrá fecha y nombre, dependiendo de los informes de la Contrainteligencia Militar en relación al ambiente de insatisfacción y rebeldía que se sabe está cocinándose dentro de las Fuerzas Armadas, asi como la temperatura de la opinión pública nacional.
En la baraja selectiva están, en primer lugar de la lista como sustitutos, dos cachanchanes del régimen, uno civil y uno militar, a quien se le asignará la etiqueta de «reformador» y «salvador» de la patria.
Considerando el cuadro existente de rebeldía popular se cree que los Castro, Raúl y familia, se decidirán por el candidato militar, para tratar así de frenar mayores deteriores de la imagen del régimen, así como para meterle miedo a la población.
Está claro que el año nuevo, el 2023, va a ser un año duro para el régimen y la dictadura comunista está tratando de reparar techos y ventanas, sabiendo del peligro de un huracán popular que lo barra todo.
Es aspiración también, entre los sectores más reformistas del regimen, los llamados «jóvenes turcos», tanto dentro de la estructura civil como de los estamentos militares, el inicio de una transición hacia una democracia multipartidista, con libertad de prensa, voto universal, incluyendo a los cubanos todos que viven fuera de Cuba, total liberación de los presos políticos, la creación de una Comisión de la Verdad, así como la convocatoria a una Asamblea Constituyente, que le dé al país una Constitución moderna, donde prevalezcan los derechos civiles y humanos de todos los cubanos.
Esta opción, que sería la mejor aceptada por la mayoría de los cubanos, no cuenta con la simpatía de los elementos más duros y conservadores del régimen, los llamados «históricos», que alientan la perpetuidad de la dictadura, a pesar del rechazo popular, la evidente bancarrota moral del sistema, la rampante corrupción e ineficiencia del gobierno y lo fallido del proyecto revolucionario.